La ida a Caracas

Las odiseas comienzan por casualidad. Y como toda boda es una odisea, esta historia no es la excepción. La aventura comienza después de una retahíla de presupuestos, correcciones y negociaciones. El correo de confirmación del servicio llega para alegrar el día. El transporte en avión a la capital, el hospedaje y la comida estarían a manos de una joven pero simpática pareja, también bien dispuestos a ser capturados por el lente el día de su boda.

Un día antes del viaje todo estaba listo. Las complicaciones dignas de procedimiento fotográfico estaban todas organizadas por tamaño y uso en una maleta de uso exclusivo para el material audiovisual. Las menudencias sin importancia, como ropa y enceres personales iban en un bolso más pequeño. El vuelo salía al día siguiente a las 6 de la tarde.

Con todos los detalles afinados, me enrumbe al aeropuerto con mi socia. Cola más cola, logramos hacer el chequeo. La pregunta de rigor -¿está puntual el vuelo?- tuvo la respuesta de siempre: Solo una hora de retraso, señor. Empezaba la locura. El tiempo pasó volando. El Wi-fi recién puesto del aeropuerto hizo más corta la espera. A eso de las 6.20pm la macabra voz sin rostro del aeropuerto anuncia un retraso de otra hora. Pareciera que Crono hubiese tomado posesión de la sala de espera. Una nube de fatal amargura invadía el lugar, mientras esperábamos abordar.

A las 8.30 ocurrió el milagro. En un acto de piedad casi divina Conviasa decide darnos luz verdad para entrar al avión. Por lo que parece una mala jugada de la suerte, nos toca el último asiento. Despegamos. A 40 minutos de viaje ya se ven a los lejos las luces de la Guaira. Una tormenta eléctrica, digna de un encuentro entre Zeus y Thor, hace que el piloto de maniobras nada cómodas para mi estómago viajero. Agitadas respiraciones, ventadas de madre e insultos para el capitán inundaron el pequeño embraer. Mi para nada cómodo puesto me deja escuchar un susurro de la azafata a su compañero de tripulación está verga no va a aterrizar acá.

Efectivo. El avión se constipó en complicados movimientos y salió del área de aterrizaje de Maiquetía. Una voz cansada nos dijo que tendríamos que ir al aeropuerto de emergencia a poner combustible. No sonada descabellado, hasta que escuche –El aterrizaje será en apenas 40 minutos en el Aeropuerto Internacional de Caribe General Santiago Mariño de la Isla de Margarita-. El horror invade a medio avión. En especial a mí y a mi socia. La boda, nuestra preciada boda caraqueña tendría lugar al día siguiente, a las 10 de la mañana. Eran las 10:25 de la noche.

Aterrizamos en Margarita. La isla, generalmente sinónimo de alegría, playa y algún Toblerone era en eso momento una pesadilla tropical. La inutilidad de la aerolínea bandera tenía el terminal abarrotado. 12 vuelos desviados a la isla y ninguno con planes de salir pronto. El latente miedo de no poder asistir al evento se hacía creciente y tangible.

El malestar de los demás pasajeros se respiraba con densidad. Paso una, dos, dos horas y media.  Un pequeño grupo de viajeros parece armar lio. Una diputada parece estar entre los usuarios. Desde un curul imaginario, Delsa Solórzano exige los derechos de los pasajeros, la democracia y algún otro concepto que no se conoce en el país, todo con acento marabino. De su discurso me impresiona solo una cosa ¿Qué hace viajando por conviasa una diputada de la oposición? Mis pensamientos se disipan rápidamente; a los lejos, en el terminal 9 parece haber una cola para abordar.

“Sale Barinas primero” Fue el grito del personal en tierra de conviasa. Una arremolinada trulla de viajeros se apostilló para salir. “Barquisimeto y Caracas” Luz verde. Una carrera con el pesadísimo bolso del equipo fotográfico en la espalda antecedió montar el avión una vez más.  Pero la espera no acababa. 6 pasajeros no aparecían. Resultaba, que su destino final, era la isla. La demora en la sala de espera fue tan larga que su vuelo regular estaba perdido desde hace rato. La endemoniada voz nos participa un desconocido dato sobre el protocolo aéreo internacional –Debemos bajar el equipaje de los pasajeros que se retiraron, de lo contrario no podemos despegar-. Bingo. Se bajaron todas las maletas del avión para retirar solo 6. La espera rondó la hora y media.

Con hambre, sueño, amargura y desinterés espere en el asiento de escaso tamaño. Despegamos al fin. Aterrizamos al fin. El reloj de Maiquetía marcaba las 3.23 de la mañana a nuestra llegada. Esperar la maleta. Montarse en el taxi, subir a la capital. Caracas nos recibió con su humor sádico: sin tráfico hasta altamira y sin agua en el tan esperado hotel. Ataviado puse la alarma a las 6.00am, para poder llegar a tiempo a la cita con la novia. En mi cabeza solo rondaba un pensamiento:

la próxima vez, cobro el doble…

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American Eagle saca a Photoshop del negocio fotográfico

La tienda de ropa norteamericana American Eagle y su subsidiaria Aerie, marca de lingerine, hicieron temblar al gigante de Adobe al empezar una nueva forma de mostrar sus imágenes publicitarias: Sin retoque alguno de photoshop. La campaña, que según ejecutivos de la tienda será permanente, tiene por nombre The Real You is Sexy y promueve el uso de imagenes sin retoques, mostrando a una mujer real, como lo indica su Hashtag #AerieReal. A primera vista, pareciera una simple artimaña publicitaria, pero voceros de la tienda aseguran lo contrario.

 “Dejamos absolutamente todo. Dejamos marcas de nacimiento, tatuajes, etc«.

Jenny Altman, estilista de la marca.

No es primera vez se muestra en medios el estilo al natural de modelos y celebridades. Ya Jessica Simpson había aparecido sin retoques en la portada de la revista Marie Clarie en 2010, al igual que Cate Blanchett en la revista The Economist en 2012. Estos intentos anteriores, bastante aislados, vienen a la par de la tendencia de bajar el retoque a un nivel más real.

Las imágenes siguen los parámetros regulares de la fotografía dirigida al público joven: fotografías limpias, de iluminación suave, combinando la luz natural y artificial. Avivando el eterno debate entre creativos y consumidores: ¿es ético mostrar imágenes retocadas?

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Apartando la moral del asunto, lo que si es claro es la rentabilidad del estilo al natural. Las ventas de Aerie subieron un 9% desde que inició la campaña. Por otra parte, en el presupuesto de producción se le resta a todas las sesiones fotográficas el retoque, dejando todo a manos del fotógrafo y reduciendo los costos hasta en un 30%. Si bien es cierto que en el negocio de la moda la imagen lo es todo, es una tendencia cada vez más fuerte volver a los tiempos de rollo donde los únicos retoques posibles eran de color, exposición y contraste.